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Es muy complicado, sinceramente.
Algoritmos de optimizaciónn de la satisfacciónn general no son suficientes, pues el nivel de bienestar de cada persona ha de tener un nivel aceptable (superior al de los demás, me atrevería incluso a asegurar). Y en este último punto reside el problema, ¿cuál es el nivel aceptable para cada uno?
¿De qué hablo…? del reparto de los comensales en las mesas para la boda. Hay multitud de variables, la mayoría de ellas no se manifiestan hasta cuando uno cree que ya tiene una distribución que contentará a todo el mundo…
…pero no, como siempre, la realidad es mucho más tozuda… y luego resulta que la tía Fermina, que lleva 50 años sin hablarse con el tío Pascual, se enfada porque no está en su misma mesa; o que no-sé-quién quiere estar con Txema pero resulta que Txema no quiere estar con él ni se lo quiere decir tampoco; o que tal otra persona quiere estar al lado de los servicios o que… y así hasta 107 preferencias (una o incluso más por persona)… si hasta cuando les pones donde te dicen, te llaman al cabo de unas horas para comentarte que lo han pensado y que tal vez sería mejor que… vamos, cómo no, cada persona sabe (o cree saber) cuál es la mejor manera de distribuir a todos los demás; pero claro, qué demonios le importa a uno que otro no esté a gusto rodeado de personas 30 años mayores… recordéis lo difícil que era de críos hacer los equipos para jugar al fútbol, pues lo mismo pero elevado al infinito…
En fin, tras horas y horas de jugar sobre la mesa del salón con recortables, nombres escritos en trocitos de papel y las mil y una posibilidades, las cosas han quedado tal que así:
Espero que nadie más se enfade en exceso, pues os aseguro que en ocasiones se hace muy complicado cuadrar todo, y nosotros lo hemos hecho con la mejor voluntad posible. Creedme.
[NOTA: razones de sorpresa y confidencialidad no me ha sido permitido publicar ésto hasta hoy. Fue escrito el pasado lunes.]